La Torre del Tarot es esa estructura en la que nos refugiamos para protegernos y defendernos de esos hipotéticos enemigos en los que unas veces nos han hecho creer y en otras los hemos inventado nosotros mismos fruto de experiencias que nos han hecho sufrir. En su momento pudo estar bien esa protección pero llega la hora en que debemos salir de nuestro refugio, de nuestra ceguera interior y recibir "el relámpago de la visión clara", "el rayo de la comprensión espiritual" capaz de destruir "La Torre del error".
Es el relámpago que destruye la Torre, el encargado de hacernos ver y comprender que nuestra hipotética verdad, ni era tal verdad y en el caso de que lo fuera no era la única verdad.
La Torre del Ego
En nosotros predomina un nivel externo y superficial de la mente; en él, nuestro cerebro se encuentra sumamente excitado y condicionado por las creencias colectivas. La mente externa está literalmente poseída por lo colectivo que nos impone sus objetivos y nos hace creer que los hemos elegido libremente; nos hace sentir y desear lo mismo que los demás; la matriz colectiva de sensaciones, deseos, sentimientos e ideas posee muchas variantes y esto genera una ilusión de libertad; pero en realidad la matriz nos ubica todos los días en las posiciones prefijadas de un conjunto de relatos y coreografías inconscientes que aún no sabemos percibir; otro nivel interno de la mente, pero también superficial, compensa al primero; está lleno de imágenes, fantasías y anhelos que provienen de lo colectivo pero que nos parecen íntimamente personales.
Al levantarnos cada mañana estos dos niveles se disparan al unísono; una multitud de tareas pendientes y problemas a resolver aparecen de inmediato; si nos observamos con atención percibiremos en nosotros el intenso reclamo de continuar con todo aquello que hemos puesto en marcha; y al mismo tiempo, asistiremos al tumulto de fantasías e imágenes compensatorias que se confunden con los recuerdos y las anticipaciones acerca del futuro.
Lo colectivo se ha apoderado de la mente y la mantiene danzando sin parar en sus ritmos cambiantes; en este nivel lo único importante parece ser el resultado de nuestras acciones; nos desesperamos por alcanzar nuestros objetivos: queremos amor, sin habernos preguntado jamás el verdadero significado de esa palabra; queremos dinero y poder; tener una posición lo más importante posible dentro de la sociedad; y con los años queremos tener salud.
El proceso de individualización comienza cuando hacemos contacto con un nivel interno mucho más profundo; en él, la caleidoscópica danza de eventos, el mar de estímulos que nos empujan hacia una u otra dirección, los retazos incoherentes de nuestra biografía y el conflicto de nuestros contradictorios deseos, aparecen bajo una luz completamente diferente.
Esa inteligencia nos permite advertir patrones y repeticiones donde antes había solo casualidades; comenzamos a captar un sentido más profundo en el mar de aciertos y errores de nuestra vida; ese nivel observa nuestras relaciones sin culpabilizar; e incluso percibe como las personas que más nos han herido jugaron un papel necesario. El contacto con esa inteligencia, mucho más sensible y afectuosa, tiene el poder de ponernos en un nuevo equilibrio.
El magnetismo aparentemente irresistible del mundo externo pierde poder; otro imán ha entrado en actividad y nos lleva hacia nuevas dimensiones. Si escuchamos con atención percibiremos que la excitación baja; se nos revelará el absoluto sin sentido de una enorme cantidad de miedos y deseos.
El hechizo se está rompiendo. El resultado de nuestras acciones ya no será nuestra principal preocupación; nos interesará comprender el significado de las mismas. Si todo esto sucede, es que ha comenzado la fluctuante experiencia de oscilar entre dos imanes, el del deseo y el del amor; el resultado del primer contacto con las dimensiones profundas de la existencia es una sanadora revolución en nuestras vidas.
El paso siguiente será el de estabilizar esa conexión; que la inteligencia profunda se revele por completo con su enorme capacidad de amor. Porque ese nivel no juzga, ni tiene preferencia alguna acerca de las cuestiones del mundo. Comprende el desorden en el que estábamos inmersos y, en la medida que nuestra estructura psíquica lo tolere, nos revelará la presencia de un orden insospechado en nuestras vidas.
La dificultad inicial es que deberemos atravesar continuas desilusiones hasta que se derrumbe la orgullosa y protectora torre del ego. Pero debemos comprender que el que se desilusiona y sufre sigue siendo el ego; la presencia amorosa e inteligente comprende sin juicio o reacción alguna la necesidad de esas ilusiones.
Destello tras destello, se nos revelará que todo aquello en lo que creíamos no tiene la existencia que nosotros –o lo colectivo en nosotros- le otorgábamos. Pero todas ellas fueron experiencias necesarias en el viaje de la psiquis por el universo. Y el viaje recién ha comenzado.
Eugenio Carutti
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