lunes, 15 de mayo de 2017

ABANDONA TODA ESPERANZA DE RESULTADOS



Siempre estamos a la expectativa de lo que sucederá... queremos controlar, que las cosas sucedan como nosotros queremos... pero no siempre obtenemos los resultados elegidos... y si abandonamos toda esperanza de resultados... qué sucederá?



Un hombre estaba muy interesado en conocerse  a sí mismo, en iluminarse. Toda su vida había buscado un maestro que le enseñara la meditación. Había ido de  maestro en maestro, pero no sucedía nada.

Pasaron los años, y estaba ya cansado, exhausto. Entonces alguien le dijo:
-Si de verdad quieres encontrar a  un maestro tendrás que ir al Himalaya. Allí vive  uno, pero tendrás que buscarle. Una cosa es cierta, el maestro se  encuentra allí. Nadie  sabe exactamente dónde, pero cuando alguien llega a dar con su paradero, él se  adentra todavía más en las cordilleras Himalayas.

El hombre se estaba haciendo viejo, pero hizo acopio de valor. Durante dos años trabajó para ganar el dinero del viaje y se puso en camino; se trata de una vieja historia. Así que tuvo que viajar en camellos, en caballos y después seguir a pie hasta alcanzar el Himalaya. La gente le decía:
-Sí, conocemos al anciano, es muy viejo; uno no puede saber qué edad tiene, quizá trescientos años, o  incluso quinientos años, nadie lo sabe. Vive  por aquí, pero el sitio exacto no lo sabemos. Nadie sabe  exactamente por dónde para, pero anda por aquí. Si buscas con empeño lo encontrarás.

El hombre buscó y buscó y buscó. Durante dos años estuvo vagando por el Himalaya. Estaba cansado, exhausto, absolutamente exhausto; viviendo sólo de frutos salvajes, hojas y hierbas. Había perdido mucho peso. Pero estaba determinado a encontrar a  ese hombre. Merecía la pena, aunque le costara la vida.

Y ¿puedes imaginártelo? Un día vio una pequeña cabaña, una cabaña de paja. No tenía puerta. Miró dentro, pero allí no había nadie. Y no sólo no había nadie, sino que todo indicaba que durante años no había habido nadie.
El hombre cayó al suelo. De puro cansancio dijo:
-¡Me rindo!

Se encontraba allí, tumbado bajo el sol, con la fresca brisa del Himalaya.
Y por primera vez, empezó a sentirse tan feliz... ¡Nunca había sentido tal dicha! De repente se sintió lleno de luz. De repente todos los pensamientos desaparecieron, de repente  se transportó, y sin razón alguna, porque no había hecho nada. Y entonces se dio cuenta de que alguien se  inclinaba hacia él. Abrió los ojos. Allí estaba. Un hombre muy anciano. Éste, sonriendo, dijo:
-Así que has venido. ¿Tienes algo que preguntarme? Y el hombre contestó:
-No.
Y el anciano se rió, dio grandes carcajadas que resonaron en el eco de los valles.
-¿Sabes ahora que es la meditación?
Y el hombre dijo:
-Sí.


¿Qué había sucedido?
¿Aquella exclamación que salió del núcleo más interno de su ser: "!Me rindo!" En ese rendirse, todos los esfuerzos mentales orientados a  una meta desaparecieron, todas las tentativas desaparecieron. Y la dicha se vertió sobre él. Se quedó en silencio, ya no era nadie, y tocó el último estrato del no-ser. 

Entonces supo lo que era la meditación.

La meditación es un estado mental sin metas.

Abandona toda esperanza de resultados.

Y entonces no hay necesidad de ir a ninguna parte. Exclamaré desde muy dentro: "Me rindo."

Y el silencio descenderá...

Osho

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