Un Cuento Zen Chino para Reflexionar
En una lejana comarca allí donde el sol aparece cada mañana, vive Long Ching, un anciano de frágil cuerpecillo y larga barba blanca.
Sus modales serenos y su palabra siempre cuidadosa y amable, hacen de él un hombre respetado por todos los que lo conocen, que incluso afirman que Long Ching fue en su juventud, iniciado en los misterios de la antigua sabiduría. Así que su prudencia y sobriedad es siempre objeto de admiración de todos los que lo conocen, incluido su propio y único hijo que con él vive.
Aquel día, los vecinos del poblado de Kariel se encontraban muy apenados.
Durante la pasada tormenta, las yeguas de Long Ching había salido de sus corrales y escapado a las montañas, dejando al pobre anciano sin los medios habituales de subsistencia.
El pueblo sentía una gran consternación por lo que no dejaban de desfilar por su honorable casa y decir repetitivamente a Long Ching:
"¡Qué desgracia! ¡Pobre Long Ching! ¡Maldita tormenta cayó sobre tu casa! ¡Qué mala suerte ha pasado por tu vida! Tu casa está perdida..."
Long Ching, amable sereno y atento, tan sólo decía una y otra vez:
"Puede ser, puede ser...Buena suerte o Mala suerte?"
Al poco, sucedió que el invierno comenzó a asomar sus vientos trayendo un fuerte frío a la región, y ¡Oh sorpresa! Las yeguas de Long Ching retornaron al calor de sus antiguos establos, pero en esta ocasión, preñadas y acompañadas de caballos salvajes encontrados en las montañas.
Con esta llegada, el ganado de Long Ching se había visto incrementado de manera inesperada.
Así que el pueblo, ante este acontecimiento y sintiendo un gran regocijo por el anciano, fue desfilando por su casa, tal y como era costumbre, para felicitarlo por su suerte y su destino.
"¡Qué buena suerte tienes anciano! ¡Benditas sean las yeguas que escaparon y aumentaron tu manada! La vida es hermosa contigo Long Ching..."
A lo que el sabio anciano tan solo contestaba una y otra vez:
"Puede ser, puede ser...Buena suerte o Mala suerte?"
Pasado un corto tiempo, los nuevos caballos iban siendo domesticados por el hijo de Long Ching que desde el amanecer hasta la puesta del sol no dejaba de preparar a sus animales para sus nuevas faenas. Podría decirse que la prosperidad y la alegría reinaban en aquella casa.
Una mañana como cualquier otra, sucedió que uno de los caballos derribó al joven hijo de Long Ching con tan mala fortuna que sus dos piernas se fracturaron en la caída. Como consecuencia, el único hijo del anciano quedaba impedido durante un largo tiempo para la faena diaria.
"¡Qué buena suerte tienes anciano! ¡Benditas sean las yeguas que escaparon y aumentaron tu manada! La vida es hermosa contigo Long Ching..."
A lo que el sabio anciano tan solo contestaba una y otra vez:
"Puede ser, puede ser...Buena suerte o Mala suerte?"
Una mañana como cualquier otra, sucedió que uno de los caballos derribó al joven hijo de Long Ching con tan mala fortuna que sus dos piernas se fracturaron en la caída. Como consecuencia, el único hijo del anciano quedaba impedido durante un largo tiempo para la faena diaria.
" ¡Qué desgraciado debes sentirte Long Ching!" le decían apesadumbrados.
"¡Qué mala suerte, tu único hijo!" "¡Malditos caballos que han traído la desgracia a la casa de un hombre respetable!"
El anciano escuchaba sereno y tan sólo respondía una y otra vez:
"Puede ser, puede ser... Buena suerte o Mala suerte?"
La guerra había sido declarada en la nación y todos los jóvenes disponibles eran enrolados en aquella negra aventura. Al poco de conocerse la noticia se presentó en el poblado de Kariel un grupo de emisarios gubernamentales con la misión de alistar para el frente a todos los jóvenes disponibles de la comarca.
Los vecinos de Kariel sintieron una gran alegría cuando supieron de la permanencia en el poblado del joven hijo de Long Ching.
"¡Tienes una gran suerte querido Long Ching!", le decían.
"¡Bendito accidente aquél que conserva la vida de tu hijo y lo mantiene a tu lado durante la escasez y la angustia de la guerra!"
"¡Gran destino el tuyo que cuida de tu persona y de tu hacienda manteniendo al hijo en casa!"
"¡Qué buena suerte Long Ching ha pasado por tu casa!".
El anciano mirando con una lucecilla traviesa en sus pupilas tan sólo contestaba:
" Puede ser, puede ser... Buena suerte o Mala suerte?"
Este cuento Zen, nos ilustra muy bien el hecho de que no debemos emitir juicios ni lamentarnos por lo que nos sucede en la vida; todo tiene una razón de ser. Es mejor fluir con las circunstancias, ya que lo que se presente es lo mejor que pudo suceder.
REFLEXIONES ¿Quién dijo que el Universo escribe recto con líneas torcidas? ¿Existe realmente algún acontecimiento “casual” en la vida? Si para la Ciencia más vanguardista, los hechos han dejado de ser aislados y fortuitos porque todo el Universo conspira en cada instante a través de su “red de interrelaciones”, ¿cabe pensar en la casualidad? ¿no hay acaso una formidable Intención detrás de todo lo que sucede? Y tal Intención mayúscula, ¿no será acaso el Impulso Evolutivo que mueve el Universo desde el mismo Big Bang hacia su propia y trascendente autoconsciencia? En realidad, el azar es el nombre que le damos a una ley todavía desconocida. Y sin duda, tal afirmación señala que todo está en todo y es a su vez causa de todo. El hecho de aprender a leer entre líneas lo que cada hecho, por negativo que parezca, trae a la vida, y a su vez lograr intuir los cambios que con ello se avecinan, supone el Aprendizaje por excelencia. Recuerda que no conseguir lo que quieres, a veces significa un maravilloso golpe de suerte.
Anónimo
“Aprender a aprender” es, entre otras cosas, devenir capaz de intuir la intención del Universo en el sinuoso discurrir de los acontecimientos. Se trata de una intención que late oculta a la concepción de una lógica materialista, pero que se revela lúcida cuando se abre la visión que entiende la vida como una aventura hacia un Destino Mayor por el que el Ser se realiza. Con esa clase de mirada interior se abre un camino de multiplicidad de experiencias que se intuyen como proceso dinámico y creativo de crecimiento personal y de expansión de consciencia. Cuando los acontecimientos que “nos llegan”, sean del signo que sean, son percibidos como oportunidades de la vida, de pronto ésta tiene sentido hasta en sus más mínimos detalles. En la vida no hay cosas que temer. Sólo hay cosas que comprender.
Marie Curie
Y cuando sucede que los hechos que nos acontecen no satisfacen nuestros deseos, conviene recordar la sabiduría y ecuanimidad de un Long Ching que, lejos de activar el juego de la queja “¡Qué desgracia!” o bien al de la euforia “¡Qué gran suerte!”, prefiere observar y recrearse en un sabio y lúcido: “Puede ser, puede ser”. Con el desarrollo de la capacidad de observación y desapego, no se evita la risa ni la lágrima, ni siquiera nos vemos encerrados en una aséptica barrera protectora mientras la vida pasa y no nos roza.
Se trata más bien de subir y bajar con las olas del vivir, pero manteniendo interiormente despierto al Testigo como “punto de anclaje”. Un punto sólido e inamovible, desde el que observar las vueltas sutiles de la noria.
Las personas que han “aprendido a aprender” no pierden la perspectiva “global” de los acontecimientos aunque se vivan plenamente en la experiencia “local” de sus circunstancias e intereses personales. El que ve las cosas desde lo alto de la montaña no hace juicios rápidos ni valoraciones cerradas de los acontecimientos que vienen y van. El hecho de contemplar el sinuoso orden del devenir supone apostar por la salida del “infierno mental” al que uno se ve sometido cuando pierde la Visión y se implica en el juego de las “aversiones y fascinaciones” del camino. ¿Quién se atreve todavía a juzgar que su amigo, su hijo o su hermano, han hecho una locura al decidir tal o cual cosa? ¿es que no está demostrado que a la “vuelta de la esquina” uno ve otras cosas que no se veían desde nuestra estrecha y miope perspectiva?
La mejor manera de relacionarse con los demás es pensar en qué se les puede ayudar. Genom Tal vez, determinadas decisiones ajenas parezcan una locura para una mente que busque resultados puramente materiales. Sin embargo, de la misma forma que el cuerpo requiere de proteínas, los ámbitos más profundos del ser humano requieren alimentos tales como el amor, el entusiasmo, la trascendencia, el significado de la vida, la realización del Ser... Las etapas oscuras que atraviesa el alma humana en las que se busca alivio y claridad son víspera de grandes y satisfactorias aperturas. ¿Acaso el placer de un abrazo cálido no se valora más y se experimenta con mayor plenitud desde una previa experimentación del frío? En este sentido, la “opción resumen” ante la vida se llama: Confianza. La confianza es una elección consciente por la que uno convoca los recursos que el Universo dispone para el que los demanda. La confianza aflora como resultado de vivir el presente y supone el verdadero antivirus del miedo. Se trata de un remedio al sufrimiento, aplicable en cada curva del laberíntico camino de “vuelta a casa”, también llamado Camino del Despertar. Cuando lleguen noticias ¡atención a los propios procesos mentales! ¡atención a las fascinaciones y los rechazos! La “observación sostenida” de la relatividad de tales vaivenes llevan a la persona al conocimiento de sí misma. En realidad, los hechos que suceden son neutros, por el contrario, son tan sólo las interpretaciones de los mismos las que determinan nuestra felicidad o nuestra desgracia. La citada interpretación no sólo es un asunto de la propia responsabilidad, sino que además, su constante optimización contribuye a la construcción de una mente feliz, con el consiguiente beneficio que también esto significa para todos los que nos rodean.
Reflexiones extraídas del libro La inteligencia del Alma .J.M.Doria
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