Los políticos y los sacerdotes, crecen entre nosotros con ansias de poder. Nosotros también tenemos la misma ansia de poder, el mismo deseo de ser más sagrados que los demás. Ellos, por sus posiciones, son los que más éxito tienen en lo que respecta a estos deseos y ambiciones.
Los políticos y sacerdotes de éxito siguen condicionando a las nuevas generaciones con las mismas ambiciones; ellos crean la sociedad, ellos cultivan su mentalidad y su condicionamiento. Ellos son responsables, y son más responsables que la gente común, porque la gente común es víctima de todo tipo de programas que les son impuestos.
El niño llega al mundo sin ninguna ambición, sin ningún deseo de poder, sin ninguna idea de ser más elevado, más santo, superior. Ciertamente no pueden ser responsable. Los que le educan -los padres, la sociedad, el sistema educativo, los políticos, los sacerdotes- todo este grupo va viciando a cada niño. Por supuesto, a su vez el niño viciará... pero es un círculo vicioso. ¿Desde dónde se puede romper?
Yo insisto en condenar a los sacerdotes y a los políticos, porque ese es el lugar desde donde el círculo se puede romper. Condenar a los niños pequeños que llegan al mundo no nos va a ser de ayuda. Condenar a las masas populares tampoco nos va a ayudar, porque ya han sido condicionadas y están siendo explotadas. Están sufriendo, son desgraciadas. Pero nada les despierta, están profundamente dormidas. El único punto donde se debe centrar nuestra condena es en los que tienen el poder, porque tienen el poder de contaminar a las generaciones futuras. Si podemos detenerles, podremos tener un nuevo ser humano.
Se que todo el mundo es responsable. Pase lo que pase, de una u otra forma, cada uno tiene su parte en ello. Pero para mí lo importante es a quién realmente debemos condenar, para que en la próxima generación de niños se pueda evitar el círculo vicioso. La humanidad ha estado dando vueltas en él durante siglos. Por eso no condeno a las masas populares, no te condeno a ti. Condeno a los que ahora están en una posición tal que si se relajan un poco en lo que respecta a sus intereses creados y miran a la miseria de la masa humana, entonces la transformación es posible: el círculo puede romperse.
Yo elijo a los políticos y a los sacerdotes a propósito. Hay muchas cosas a recordar. Los sacerdotes de todas las religiones saben perfectamente bien que no hay el Dios que ellos defienden. En este mundo, el sacerdote es el único que sabe que no hay ese Dios, pero su profesión depende de ese Dios inexistente. No puede decir la verdad porque sus intereses creados se echarían a perder: no sólo los suyos, estaría echando a perder el juego para las generaciones futuras. Sabe que los rituales sólo son falsa magia, que los mantras no tienen poder, que su teología sólo es un encubrimiento. Nadie lo sabe mejor; han estudiado las escrituras y saben que no hay pruebas de la existencia de ese Dios que han creado por ninguna parte. Interpretan las escrituras de tal manera que le ayudan en su profesión. Sigue haciendo comentarios de las antiguas escrituras, añadiéndoles más y más cosas que le ayudan en su profesión.
A medida que cambian los tiempos tiene que hacer nuevos añadidos. Por ejemplo, Manú, un pensador de hace cinco mil años, sacerdote y padre del sacerdocio, en su obra Manusmriti -las memorias del Manú que los hindúes siguen palabra por palabra- creó el sistema de castas, una de las cosas más repugnantes de la existencia.
Por esta causa, una cuarta parte de los hindúes han sufrido una larga esclavitud, explotación y humillación. Casi han sido reducidos a seres subhumanos; se les llama los achoot, los intocables. Han caído tan bajo que no puedes tocarlos; si lo haces tienes que tomar un baño inmediatamente. Incluso basta con que su sombra te toque para hacerte impuro. Parece que Manú redujo una cuarta parte de los hindúes a la esclavitud eterna.
Tanto los sacerdotes como los políticos son muy vulnerables; no tienen suelo bajo los pies. Si se les descubre, están acabados. Y cuando se acabe con ellos, la sociedad saboreará la verdadera libertad.
Podemos educar a los niños de una manera más humana, no condicionada, inteligente, considerando a toda la Tierra como una unidad: sin cristianos, sin hindúes, sin musulmanes, sin indios, sin chinos, sin americanos. Las naciones y las religiones son creaciones de los sacerdotes y de los políticos. Una vez que se acaben, las religiones y las naciones también se acabarán.
Y un mundo libre de religiones, libre de naciones, será un mundo humano: sin guerras, sin luchas innecesarias por cosas que nadie ha visto...
Es inconcebible que durante miles de años la gente se haya estado matando en el nombre de su Dios. Ninguno de ellos le ha visto, ninguno de ellos tiene pruebas, ninguno tiene una evidencia. Y ni siquiera sienten vergüenza, porque nadie les ha preguntado mirándolos directamente a los ojos... Y van cruzadas, yihads, guerras religiosas; destruyen a todos los que no creen en su dogma, porque su dogma es divino y todos los demás dogmas son una creación del diablo.
Tratan de servir a la humanidad matando a la gente. Su intención es liberar a esa gente de las garras del diablo. Pero lo extraño es que cada religión cree que las demás religiones han sido creadas por el diablo. Por eso la lucha continúa. Los políticos luchan una guerra tras otra, ¿para qué? No le veo el punto. La Tierra no tiene líneas, ¿por qué dibujarlas en los mapas?
Si podemos hacer que el ser humano sea silencioso, pacífico, amoroso, las naciones desaparecerán, las guerras desaparecerán, toda la política sucia desaparecerá. Y recuerda, toda la política es sucia; no la hay de otro tipo.
Si podemos abolir la conspiración entre la religión y la política, entre los sacerdotes y los políticos, será realmente un gran cambio, una revolución: la única y verdadera revolución que es necesaria y que aún no ha ocurrido.
Osho
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