Recuerdas cuando eras niño? Qué te ilusionaba? Cuáles eran tus deseos? Eras muy creativo...verdad?. Imaginabas historias que representabas con alegría y cantabas, bailabas, reías, inventabas cuentos fantásticos...y pintabas.... Ahora de adulto...eres capaz de cantar, bailar, reir, crear historias y jugar intensamente olvidando el tiempo? creo que muchos dirán que NO!!! Yo no sé cantar... mi voz es fea... bailo muy mal.... Y así comienza la triste historia de la vida... no la que tú elegiste, sino la que los demás eligieron por ti... Esa vida llena de comparaciones, de juzgamientos, de mentiras y de temores. Recuerdo cuando trabajaba de Profesora de Música y preparaba Coros de niños, todos querían participar, era muy difícil aceptar los cientos de pedidos para integrarlo, y cuando quise preparar un Coro de maestros solo un par de ellos se anotaron, todos se avergonzaban de su voz, decían cantaban muy mal, que en la escuela los maestros de música les pedían que se callen porque su voz era horrible.... y algunos con tristeza decían que les hubiera gustado mucho cantar pero no se atrevían... Cuándo perdemos la espontaneidad y qué consecuencias trae esa pérdida? Lee la siguiente historia y comprenderás.....
Una niña pequeña ha decidido hacer un dibujo de una casa a tiempo para el cumpleaños de su madre. En su pequeña mente la casa ya está pintada; sabe cómo será hasta el más mínimo detalle,
sólo queda plasmarlo en papel. Saca la caja de pinturas, el pincel y el trapo y, llena de entusiasmo y felicidad, se pone a trabajar. Toda su atención e interés se centran en lo que está haciendo nada puede distraerla de la obra que trae entre manos.
El dibujo queda terminado a tiempo para el cumpleaños. Con lo mejor de su habilidad le ha dado forma a su idea de una casa. Es una obra de arte, ya que todo proviene de ella, cada trazo hecho con amor a su madre, cada ventana, cada puerta, pintadas con la convicción de estar destinadas a estar ahí. Inclusive, aunque se viera como un pajar, sería la casa más perfecta que jamás se haya pintado; es un éxito, porque la pequeña artista ha puesto en ello todo su corazón, su alma y todo su ser en llevarla a cabo.
Esto es salud, esto es éxito y felicidad y el verdadero servicio. Sirviendo a través del amor, en perfecta libertad y a nuestra manera.
Así es como venimos a este mundo, sabiendo qué cuadro es el que tenemos que pintar, habiendo trazado ya nuestro camino por la vida y todo lo que nos queda por hacer es darle forma material.
Recorremos el camino llenos de alegría e interés, concentrando toda nuestra atención en el perfeccionamiento de ese cuadro y trasladando, con la mejor de nuestras capacidades, nuestros propios pensamientos y objetivos a la vida física en cualquier entorno que hayamos elegido.
Entonces, si seguimos, de principio a fin, nuestros propios ideales, nuestros propios deseos con toda la fuerza que poseemos, no habrá fracaso, nuestra vida habrá sido un gran éxito, una vida sana y feliz.
La misma breve historia de la niña pintora ilustrará cómo, si lo permitimos, las dificultades de la vida pueden interferir con éxito, con la felicidad y la salud y disuadirnos de nuestro propósito.
La niña está muy entretenida y feliz dibujando cuando alguien viene y le dice: "¿Por qué no poner una ventana aquí y una puerta allá y está claro que el camino del jardín debería de ir por ese lado."
El resultado será que la niña pierda completamente el interés por el trabajo; quizás prosiga con él: pero ahora sólo dibujará en el papel las ideas de otra persona: quizás pueda enfadarse, irritarse, sentirse infeliz, temerosa de rechazar estas sugerencias; empezar a odiar el dibujo y hasta quizás romperlo: de hecho, conforme la personalidad de niña así será la reacción.
La imagen final podrá ser una casa reconocible, pero será imperfecta y un fracaso, ya que se trata de la interpretación de los pensamientos de otro, no de la niña. Ya no es útil como regalo de cumpleaños, ya que puede que no se termine a tiempo y puede que la madre tenga que esperar todo un año para recibir su regalo.
Ésta es la enfermedad, la reacción a la interferencia. Este es el fracaso temporal y la infelicidad y se presenta cuando permitimos que otros interfieran con el propósito de nuestra vida, implantando en nuestra mente la duda o el miedo o la indiferencia.
Extraído del libro. Libérate a Ti Mismo, de Dr. Edward Bach
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