lunes, 31 de octubre de 2016

El Peso De Las Creencias


Cuántas veces después de hacer algo, que es bueno pero no coincide con lo que nos han inculcado, seguimos pensando en ello y cargándolo en nuestras espaldas. Y nuestra mente sigue enroscada, dando vueltas y vueltas y no pudiendo soltar...





Dos jóvenes monjes fueron enviados a visitar un monasterio cercano. Ambos vivían en su propio monasterio desde niños y nunca habían salido de él. Su mentor espiritual no cesaba de hacerles advertencias sobre los peligros del mundo exterior y lo cautos que debían ser durante el camino.

Especialmente incidía en lo peligrosas que eran las mujeres para unos monjes sin experiencia:
-Si veis una mujer, apartáos rápidamente de ella. Todas son una tentación muy grande. No debéis acercaros a ellas, ni mucho menos hablar, por descontado, por nada del mundo se os ocurra tocarlas. Ambos jóvenes aseguraron obedecer las advertencias recibidas, y con la excitación que supone una experiencia nueva se pusieron en marcha.

¿No te acuerdas de lo que nos dijo nuestr
Pero a las pocas horas, ya punto de vadear un río, escucharon una voz de mujer que se quejaba lastimosamente detrás de unos arbustos. Uno de ellos hizo ademán de acercarse.
-Ni se te ocurra
-le atajó el otro-. no recuerdas lo que dijo el mentor?
-Sí, me acuerdo; pero voy a ver si esa persona necesita ayuda
-contestó su compañero, Dicho esto, se dirigió hacia donde provenían los quejidos y vio a una mujer herida y desnuda. -Por favor, socorredme, unos bandidos me han asaltado, robándome incluso las ropas. Yo sola no tengo fuerzas para cruzar el río y llegar hasta donde vive mi familia.


El muchacho, ante el estupor de su compañero, tomó a la mujer herida en brazos y, cruzando la corriente, la llevó hasta su casa situada cerca de la orilla. Allí, los familiares atendieron a la asaltada y mostraron el mayor agradecimiento al monje, que poco después reemprendió el camino regresando junto a su compañero.
-¡Dios mío! No sólo has visto a esa mujer desnuda, sino que además la has tomado en brazos.
-Así era recriminado una y otra vez por su acompañante. Pasaron las horas, y el otro no dejaba de recordarle lo sucedido.
-Has llevado a una mujer desnuda en brazos! ¡Has llevado a una mujer desnuda en brazos!

¡Vas a cargar con un gran pecado! El joven monje se paró delante de su compañero y le dijo: 
-Yo solté a la mujer al cruzar el río, pero tú todavía la llevas encima.

Cuento Zen





Este cuento nos enseña que son nuestros pensamientos los que crean la realidad. Según piensas, así sientes, y así actúas.

Debemos sentirnos libres de las creencias limitantes,  autoimpuestas o fruto de nuestra educación. Dejar hablar al corazón, cuando se trata de ayudar, de conectar con los demás y con nosotros mismos.

Debemos avanzar viviendo en el presente. En el aquí y ahora, dejando atrás aquellas cosas que nos impiden crecer.

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