Purificar el Corazón
Existe en el cuerpo un centro donde se unen amor y espíritu, ese centro es el corazón. Es tu corazón el que se oprime o se ensancha de amor, el que siente compasión y confianza, el que parece vacío o colmado. En el corazón existe un centro más sutil que experimenta el espíritu, pero al espíritu no se lo percibe como emoción o sensación física. ¿Entonces cómo puedes ponerte en contacto con él?
Según los maestros espirituales, el espíritu se experimenta primero como ausencia de lo que no es espíritu.
En la India esto se describe como Netti, netti, que significa “ni esto ni aquello”. El espíritu no tiene causa; no está limitado por el tiempo ni espacio; no es una sensación que pueda ser vista, tocada ni percibida por el gusto o el olfato. Ésta puede parecer una manera desconcertante de definir algo, pero imagina que nunca hubieras visto el color blanco, que el mundo entero estuviera compuesto de rojo, verde, azul y todos los demás colores. De pronto, un maestro te da una camisa negra, diciendo: “Si lavas esto el suficiente número de veces, verás que es blanco.”
Si pides ver al blanco antes de lavarla camisa, lo que pides es imposible. El negro es la suma de todos los colores; sólo cuando los laves todos aparecerá el blanco.
De igual modo, tu vida actual está hecha de sensaciones: no sólo los colores, sino todos los estímulos que captas por los sentidos. Algunas de esas sensaciones pueden ser muy placenteras, pero ninguna es adecuada para hacerte saber qué es el espíritu. El espíritu subyace bajo todas las capas de sensaciones. Para experimentarlo debes ir al corazón y meditar en él hasta que se purifique todo lo que oscurece el espíritu.
La finalidad del siguiente ejercicio es brindarte la experiencia de purificar el corazón hasta tal punto que pueda presenciar el espíritu. “Puro”, en este caso, no significa bueno y virtuoso; significa libre de impurezas, sin juicio alguno de valores. Según palabras de William Blake, se trata de limpiar las puertas de la percepción.
Meditar sobre el Corazón
Siéntate cómodamente en una habitación silenciosa, a solas; escoge un momento en que no tengas prisa. El mejor es la primera hora de la mañana, cuando la mente está alerta y fresca; trata de evitar el atardecer, cuando la conciencia se prepara para dormir. Cierra los ojos y concentra tu atención en el centro del pecho, donde está el corazón. (El corazón físico está desviado hacia la izquierda, pero eso es irrelevante en este caso: el centro de espiritualidad del corazón se encuentra directamente detrás del esternón.)
Toma conciencia de tu corazón como espacio. No trates de oír sus latidos ni ningún otro sonido que pueda hacer al bombear la sangre. El centro que debes hallar es un punto de consciencia por donde entran los sentimientos. En su forma pura está vacío, lo impregna la falta de peso, la ausencia de preocupaciones, la paz y una luz sutil. Esta luz puede presentarse blanca, dorada, rosada o azul. No te esfuerces por hallar luz alguna. No trates, por ahora, de percibir la pureza del centro del corazón, sólo necesitas sentir lo que haya allí.
Permite que tu atención repose tranquilamente en ese punto, respira con suavidad y percibe el aliento que va hacia el centro del corazón. Tal vez te convenga visualizar una suave luz de de tono pastel o una frescura que invade el pecho. Deja que el aliento entre y salga; mientras tanto pide a tu corazón que te hable. No expreses esto como una orden; basta con la vaga intención de que tu corazón se exprese.
Durante los cinco o diez minutos siguientes, permanece inmóvil, escuchando. El corazón empezará a liberar emociones, recuerdos, deseos, temores y sueños allí acumulados durante mucho tiempo; entonces te descubrirás prestando atención.
Es posible que, casi al momento, recibas un destello de fuerte emoción, positiva o negativa, o un recuerdo olvidado. El ritmo respiratorio puede alterarse. Tal vez suspires o lances alguna exclamación ahogada. Deja que la experiencia transcurra. Si te adormeces o comienzas a soñar despierto, no te preocupes. Simplemente, devuelve tu atención al centro de del corazón. Te hable con miedo o tristeza, deleite o placer, su mensaje será igualmente beneficioso.
Al continuar con este ejercicio notarás que tres cosas se van uniendo de manera natural: meditación, purificación y atención. Estás aprendiendo a escuchar el significado espiritual de tu corazón: esto es meditación. Estás permitiendo que el material reprimido surja para ser eliminado: esto es purificación. Estás escuchando a tu corazón sin juzgarlo ni manipularlo: esto es atención.
Puesto que este proceso es como lavar una camisa para revelar su blancura, no te inquietes si aparecen fuertes emociones negativas y hasta molestias físicas. Ten en cuenta que esas emociones se están retirando; pídeles que lo hagan sin estorbos, cómodamente. Si surgen voces de temor, ira o duda, pídeles que se retiren con tanta facilidad como deseen. (En el caso de que persista un dolor en el pecho, sobre todo si hay antecedentes cardíacos en la familia, deberías consultar a tu médico, por supuesto).
Cuando lleves algunos días o semanas practicando esta meditación, sabrás si quieres convertirla en parte permanente de tu rutina diaria. Creo que prestar atención a lo que nos dice el corazón es un agregado valioso a cualquier programa espiritual; vivir desde el centro del espíritu es un objetivo constante para quien está en el camino.
A medida que avances en la práctica, comenzarás a notar que sensaciones, pensamientos, recuerdos, ensoñaciones y manifestaciones físicas aleatorias empiezan a desaparecer. El centro del corazón se revelará poco a poco tal como es en realidad: silencio, paz, un cálido resplandor o una luz sutil. Aún cuando esos destellos sean fugaces, descubrirás en ti algunos cambios fuera de la meditación. Empezarás a caminar con paso más animado. En momentos inesperados experimentarás en el pecho una sensación de plenitud; tal vez quieras aspirar profundas y satisfactorias bocanadas de aire. Cuando menos lo esperes te invadirán oleadas de regocijo y bienestar...
Libro “El Camino hacia el Amor - Cómo transformar nuestra vida colmándola de amor” - Deepak Chopra,
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