Nuestros pensamientos están basados en las creencias, todo lo que escuchamos, nos enseñaron y aprendimos desde que eramos niños... Esas creencias aunque sean mentiras, fueron repetidas tantas veces que se han convertido en verdades para quienes las han incorporado....
¿Por qué las religiones te han enseñado a servir a la humanidad? ¿Cuál es el motivo? ¿Cuál es el propósito? ¿Qué esperas obtener a cambio? Puede que nunca te hayas planteado la pregunta. La respuesta es que no se trata de un servicio...
Un hombre cayó en un pozo durante una gran reunión, un gran festival; había mucho ruido y la gente disfrutaba, cantaba, y todo tipo de cosas estaban ocurriendo; así que nadie lo oyó caer. En esa época, en China los pozos no estaban protegidos por un murete alrededor; no había medidas de seguridad. Se podía dar un paso y caer en un pozo en la oscuridad porque era imposible verlo.
El hombre comenzó a gritar: «¡Rescátenme!».
Un monje budista pasó por allí. Desde luego el monje no estaba interesado en el festival, o eso se supone; no sé qué estaba haciendo allí. Incluso estar allí significa cierta urgencia inconsciente de ver lo que está ocurriendo, ver cómo se divierte la gente: «Todas estas personas irán al infierno —pensó, y yo soy el único aquí que va al cielo.»
Él pasaba por el pozo y oyó al hombre. Miró hacia abajo y el hombre dijo. «Qué bien que me hayas oído. Todo el mundo está tan ocupado y hay tanto ruido que pensé que iba a morir».
El monje budista respondió: «Todavía no te has muerto, porque lo que te ocurre se debe a un mal acto de tu vida pasada. Ahora estás recibiendo el castigo, de modo que acéptalo. Esto es bueno; en tu próxima vida comenzarás limpio y no habrá necesidad de caer de nuevo en el pozo».
El hombre dijo: «No quiero ninguna sabiduría ni ninguna filosofía en este momento...». Pero el monje se había ido.
Después un viejo taoísta llegó al lugar. Estaba sediento y miró dentro del pozo. El hombre aún gritaba pidiendo ayuda. El taoísta dijo: «Esto no es propio de un hombre. Uno debe aceptar todo como viene. Es lo que dijo el gran Lao Tsé_ Así que acéptalo y disfruta Estás llorando como una mujer. iSé un hombre!».
El otro respondió: «Estoy dispuesto a que me llamen mujer, pero primero sálvame, por favor. No soy un hombre y tú puedes decirme lo que quieras más tarde, pero primero sácame».
Pero el taoísta replicó: «Nosotros no interferimos en los asuntos de nadie. Creemos en el individuo y en su libertad. Fuiste libre al caer en el pozo y eres libre al morir en él. Solo puedo hacerte una sugerencia: puedes morir gritando, llorando (lo cual es tonto) o hacerlo como un hombre sabio. Acéptalo, disfrútalo, canta una canción y sigue adelante. De cualquiera manera todos moriremos, ¿qué sentido tiene salvarte? Yo voy a morir, todos morirán, quizá mañana o al día siguiente, así que, ¿para qué molestarme en
Un confuciano llegó y el hombre vio una esperanza, porque los confucianos son más mundanos, más ligados a la tierra. Dijo: «Tengo mucha suerte de que tú hayas llegado, un discípulo de Confucio. Te conozco. He Oído hablar de ti. Haz algo por mí». Considerando la respuesta del budista y del taoísta, el hombre pensó: «Es mejor recurrir a la filosofía si tengo que convencer a estas personas para que me salven». Y añadió: «Confucio dijo: "Ayuda a los demás"». El monje respondió. «Estás en lo cierto. Ayudaré a los demás. Iré de una ciudad a otra, protestaré y obligaré al gobierno a poner un muro protector alrededor de cada pozo en el país. No temas». El hombre dijo: «Pero para cuando se construyan esos muros protectores y tu revolución triunfe ya me habré ido».
El confuciano dijo: «No te preocupes, yo no me preocupo, los individuos no se preocupan: la sociedad se preocupa. Tú has planteado un asunto muy importante al caer en el pozo. Nosotros vamos a luchar por eso. Tú mantente tranquilo. Nos ocuparemos de
que cada pozo tenga un muro protector a su alrededor de modo que nadie caiga en él. Pero, salvándote a ti, ¿qué se salva? En todo el país hay millones de pozos, y millones de personas pueden caer en ellos. Así que no estés tan preocupado por ti, supera esa actitud egoísta. Yo voy a ser útil a la humanidad. Tú ya has hecho un gran servicio cayendo en el pozo. Yo seré útil obligando al gobierno a construir muros protectores». Y siguió caminando.
Pero el confuciano había planteado un asunto importante: «Estás actuando de manera egoísta. Tú solo quieres ser rescatado y desperdiciar mi tiempo, que puedo utilizar por el bien de toda la humanidad».
¿Acaso tú sabes si existe en alguna parte algo llamado «humanidad» o «sociedad»? No, estas son solo palabras. Solo existe el individuo.
El cuarto hombre era un misionero cristiano, que portaba una bolsa. De inmediato la abrió, sacó una cuerda y, antes de que el hombre dijera algo, la arrojó dentro del pozo. El hombre estaba sorprendido. Dijo: «Tu religión parece ser la verdadera».
El misionero dijo. «Por supuesto. Estamos preparados para cualquier urgencia. Sabemos que la gente puede caer en los pozos, así que yo traigo esta cuerda para salvarlos, porque salvándolos puedo salvarme yo. Pero estoy preocupado: he escuchado lo que los
confucianos estaban diciendo y no deberían hacer muros protectores alrededor de los pozos; de otro modo, ¿cómo serviremos a la humanidad? ¿Cómo rescataremos a la gente que caiga? Deben caer y solo entonces podremos rescatarlos. Existimos para servir, pero la oportunidad debe estar ahí. Sin la oportunidad, ¿cómo podemos servir?».
Todas estas religiones que hablan de «servicio» están definitivamente interesadas en que la humanidad siga siendo pobre y necesite de e los; que haya huérfanos, viudas, ancianos de quienes nadie se ocupe y mendigos, personas muy necesitadas. De otra manera, ¿qué sucedería con esos grandes servidores de la gente?
¿Qué sucedería con esas religiones y sus enseñanzas, y cómo ganaría a gente el derecho a entrar en el reino de Dios? Las personas pobres que sufren deben utilizarse como escalera.
¿Puedes llamarnos entonces desinteresados? Él está salvando a ese hombre, no por el bien del hombre, sino por su propio bien. En el fondo es egoísmo, pero recubierto de hermosas palabras: generosidad y servicio.
Pero ¿por qué hay esa necesidad de prestar servicio?, ¿por qué debe haber alguna necesidad? ¿No podemos destruir esta necesidad de servir a otros? Podemos, pero las religiones estarían muy contrariadas. Y perderían todo el terreno ganado si no hubiera nadie pobre, hambriento, sufriendo, enfermo. Ellos son su negocio.
La ciencia puede hacerlo posible. Está totalmente en nuestras manos. Habría sucedido hace mucho si esas religiones no hubieran tratado de detener a cada persona que intenta contribuir al conocimiento para destruir todas las oportunidades de servir. Pero esas religiones han estado en contra de todo el progreso científico: necesitan que los problemas perduren. Su necesidad es completamente egoísta y tiene un propósito. Hay una meta que alcanzar.
«Servicio» es una palabra sucia, una palabrota. Nunca la uses. Claro, puedes compartir, pero nunca humilles a la gente sirviéndola. Es una forma de humillación. Cuando eres útil a alguien y te sientes bien, has convertido al otro en un gusano, en un subhumano. Eres tan superior que has sacrificado tus propios intereses y estás «sirviendo a los pobres»; en realidad, solo los humillas. Es una forma de humillación. Cuando eres útil a alguien y te sientes bien, has convertido al otro en un gusano, en un subhumano. Eres
tan superior que has sacrificado tus propios intereses y estás «sirviendo a los pobres»; en realidad, solo los humillas.
Si tienes algo, algo que te da alegría, paz y éxtasis, compártelo. Y recuerda que compartir es una acción desinteresada. No estoy diciendo que si compartes algo sin esperar nada a cambio alcanzarás el cielo. No te estoy ofreciendo ninguna meta que alcanzar. Solo afirmo que al compartirlo te sentirás tremendamente satisfecho. En el mero acto de compartir está la satisfacción, no hay una meta más allá. No persigue una finalidad, es un fin en sí mismo.
Te sentirás comprometido con la persona dispuesta a compartir contigo: no la has «servido». Únicamente la gente que cree en compartir en vez de servir puede destruir las desagradables oportunidades de servicio que hay en la Tierra. Todas las religiones han estado explotando esas oportunidades, pero les dan bonitos nombres: se han hecho muy hábiles, a lo largo de miles de años, para dar bonitos nombres a cosas desagradables.
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