domingo, 21 de enero de 2018

Y Qué Cara Tienes Ahora?




Recuerdo que cuando comencé la autobservación me dí cuenta de que mi actitud no era la misma con todas las personas, con algunas era muy seria, con otras divertida y bulliciosa, con otras niña, con otras gruñona...y me sorprendí al enfrentarme con mis máscaras, esas que había ido creando para sobrevivir en la sociedad, cuando aún no tenía las herramientas que fui adquiriendo a través de los años. Ahora no llevo máscaras, soy como soy, como quiero y no importa si agrado o no a los demás.

La personalidad es una construcción del ego para defender el sistema de creencias en el que estamos inmersos y lograr vivir en el mundo. Es la cara "agradable, inocente y aceptada" que mostramos al mundo para pertenecer y ser incluidos.
Es entonces... el personaje, una máscara que construimos por adaptación y lealtad a la familia y al medio completo. Nos convertimos en eso que hicimos para adaptarnos y sobrevivir. Se trata de aceptar y trascender a la familia siendo conscientes de que estamos condicionados por ella.




"La otra mañana, durante tu charla, tuve la sensación de que mi cara desaparecía. Era una sensación muy agradable, que me sorprendió y me dejó asombrado. ¿Podrías decir algo al respecto, por favor?

No era tu verdadera cara lo que desaparecía. Lo que desaparecía era tu máscara. Solo puede desaparecer la máscara. La verdadera cara se puede tapar, pero de ningún modo borrarse. Se emplea la máscara para tapar la cara; tenemos múltiples máscaras y las cambiamos según lo requiere la situación.

Si estás ante tu criado, te pones una máscara. Eres el amo. Cuando te enfrentas a tu jefe, te pones una máscara distinta: aunque te esté humillando, sonríes. La verdadera cara no puede sonreír, pero la máscara sí. En el fondo estás echando pestes, pero tienes que sonreír, porque, si no, pones en peligro tu trabajo.


Me han contado una historia sobre una oficina en la que el jefe solo estaba una hora, pero cuando llegaba reunía a todos los empleados y les contaba chistes. Únicamente sabía tres chistes, por lo que se producía una situación muy extraña. Aquellas personas habían oído los chistes miles de veces, pero cuando el jefe los contaba (porque solo se sabía tres, es decir, que cada chiste se repetía al menos dos veces a la semana) se reían a carcajadas y aplaudían como si fuera la primera vez que los oían. Incluso el jefe pensaba: «¿Qué pasa aquí? ¿Se les habrá olvidado?».
Pero un día se desveló el secreto. Una de las mecanógrafas no se rió. Todos se la quedaron mirando: ¿qué le pasaba? Siempre se había reído más que nadie...
El jefe también se sintió molesto, porque había contado un chiste y la chica ni siquiera sonreía. Le preguntó:
—¿Qué te pasa?
—No me pasa nada —contestó la chica—. Me han ofrecido otro trabajo, y a partir de ahora me reiré allí, no aquí. Que sigan riéndose estos idiotas. ¡Es por sus chistes por lo que me cambio de trabajo! Estoy harta, porque ha contado los mismos chistes tantas veces que hasta me los repito a mí misma. Lo paso fatal... Por la noche, mientras duermo, repito el chiste y me despierto sudando. Esos tres chistes se han convertido en mi pesadilla.
»He cambiado de trabajo y he venido por última vez a ver qué se siente sin tener que reírse. Me siento muy bien porque por primera vez ve mi verdadera cara; lo que llevan todas estas personas que se ríen a carcajadas y sonríen de oreja a oreja son máscaras. En el fondo están echando pestes de usted y les gustaría cortarle el cuello. Saben que a menos que lo maten... Hablan a sus espaldas, y yo he oído lo que dicen. Piensan... ¿cómo acabar con ese tipejo?, porque es él o nosotros. Esos tres chistes son suficientes para matar a cualquiera; ya lo llevan casi en la sangre, en los huesos, en los tuétanos. Incluso cuando están mecanografiando algo se olvidan de todo y se ponen a mecanografiar el chiste. Si tienes que oír lo mismo año tras año y fingir...



Lo que has sentido es muy hermoso. Ese es mi único anhelo, veros con vuestra verdadera cara.
Que desaparezcan las máscaras; sé tu mismo y te sentirás ligero, lo disfrutarás. Al principio quizá te quedes asombrado, pero como seguirá ocurriéndote una y otra vez, desaparecerá el asombro y la sensación agradable será más profunda.
Llega un momento en el que una persona es completamente verdadera, y entonces su vida se llena de dicha.
Te han obligado a ponerte máscaras porque se espera que actúes de una forma determinada, que hables de una forma determinada, que vistas de una forma determinada. No tienes la misma libertad. La sociedad te encarcela, por todas partes. Esa es tu esclavitud y ese tu sufrimiento, tu dolor y tu infierno.
Sal de tanta falsedad y sé simple, tan simple como los pájaros que cantan, como los árboles que disfrutan del sol, como los niños pequeños.




Llevaron al pequeño Hymie Goldberg a una sesión de espiritismo. Cuando llegó, la médium le preguntó si le gustaría establecer contacto y hablar con alguien.
—Me gustaría hablar con mi abuelita —contestó Hymie.
—Por supuesto, cielo —dijo la médium, y se sumió en un profundo trance. Se puso a gemir y a hablar con voz extraña, diciendo—: Soy tu abuelita que te habla desde el cielo... un sitio maravilloso en el firmamento... ¿Quieres preguntarme algo, Hymie?
—Sí, abuelita —replicó Hymie—. ¿Qué haces en el cielo si todavía no te has muerto?"

La inocencia infantil.

OSHO



Sacarse la Máscara social significa dejar de hacer los personajes que creamos para adaptarnos a situaciones o personas que además vamos atrayendo inconscientemente, para repetir el patrón de comportamiento habitual.
"No dejen que el ruido exterior de otras voces ahogue su propia voz interior. Ella ya sabe lo que ustedes realmente quieren ser". Steve Jobs.

Sólo ser conscientes de quiénes somos de verdad, hace que nos liberemos gradualmente de la rueda.



También te puede interesar:  https://violetaviolett.blogspot.com.ar/2015/10/la-mascara.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas Gracias por Leer y dejar Tu Pensar y Sentir en Tu Comentario. ♥