La felicidad no depende de lo que pasa a nuestro alrededor... sino de lo que pasa dentro de nosotros.
La felicidad se mide por el espíritu con el cual nos enfrentamos a los problemas de la vida.
La felicidad... ¡es un asunto de valentía!; es tan fácil sentirse deprimido y desesperado...
La felicidad... ¡es un estado de ánimo!; no somos felices en tanto no decidamos serlo.
La felicidad... ¡no consiste en hacer siempre lo que queramos!; pero sí en querer todo lo que hagamos.
La felicidad nace de poner nuestro corazón en el trabajo... y de hacerlo con alegría y entusiasmo.
La felicidad, no tiene recetas... cada quien la cocina con el sazón de su propia meditación.
La felicidad... ¡no es una posada en el camino... sino una forma de caminar por la vida!
¡Hay tantas cosas que pueden darnos felicidad!...
Sólo el liberarnos de nuestros deseos nos puede hacer felices.
La alegría de vivir, por sí sola, basta para lograrla.
La alegría de tener radiante el corazón.
La alegría de tener un cuerpo robusto, brazos y piernas duros como árboles y pulmones que beben la vida del aire.
La alegría de poseer ojos que reflejan en su espejo aterciopelado los colores y las formas.
La alegría de pasar horas y horas trazando las líneas rectas de la razón o bordando, a capricho, nuestros sueños.
La alegría de creer, alegría de amar, de entregarse, de avanzar a grandes pasos por la vida, como se avanza, ingrávido por el agua.
¿Cómo, pues, no ser feliz?...
A través de las peores calamidades, la felicidad renace siempre como un surtidor que se pretendiera sofocar.
Ser feliz y vivir, son una misma cosa.
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