viernes, 27 de noviembre de 2015

Enfado Crónico

Hay personas que están permanentemente enfadadas, es como si el enfado fuera su estado natural. Y no dudan ni un segundo en descargar ese enfado sobre todos aquellos que encuentran en su camino. Estas personas se comportan como verdaderos camiones de basura humanos, no quieren reconocer la carga que llevan a cuestas pero están dispuestas a colocarla encima del primero que pasa.
En otras ocasiones, somos nosotros quienes experimentamos fases de enfado crónico. A veces incluso podemos pasar días enteros enfadados sin ser plenamente conscientes de ello. Nos sentimos irritados y explotamos ante el menor estímulo, reaccionando de manera exagerada ante situaciones que en otras circunstancias, no nos habrían molestado tanto. En esos casos, nos resulta difícil controlar nuestro comportamiento y las emociones negativas están a flor de piel.
 

¿Qué es el enfado crónico?

 

 
Ante todo, es importante aclarar que en algunos casos, es perfectamente comprensible que reaccionemos con enfado. De hecho, tener pequeñas explosiones incluso puede tener un poder catártico ya que nos permiten liberar la tensión acumulada y continuar adelante. Obviamente, debemos intentar que esas explosiones de mal humor no dañen a otras personas y que no nos lleven a hacer o decir cosas de las que después podemos arrepentirnos.
Sin embargo, el enfado crónico no es una simple frustración pasajera, es un estado mucho más complejo.
La persona que experimenta un enfado crónico casi siempre está de mal humor, ese estado se extiende durante semanas, meses o incluso años. De hecho, todos conocemos a personas que podríamos calificar como “gruñones perennes”, enfadados eternos que casi nunca sonríen y a los que todo les molesta.
Estas personas han hecho del enfado una manera habitual de afrontar la vida, lo han convertido en una estrategia de afrontamiento. Por eso, todo les produce fastidio, incluso las situaciones más triviales, pierden el control fácilmente y se vuelven difíciles de tratar.

Lo curioso es que su enfado normalmente no está dirigido contra una persona, situación o hecho sino contra el mundo y la vida en sentido general. Y es que estas personas experimentan una sensación de fastidio y hastío permanente. Desarrollan una actitud intolerante y son híper críticos para con los demás o recurren a la descalificación. 

Por supuesto, el enfado crónico también tiene profundas implicaciones para la salud ya que puede provocar desde hipertensión hasta dolor de cabeza o agravar enfermedades ya existentes. En el plano psicológico, se ha relacionado con la depresión ya que ese enfado termina provocando una tristeza profunda que, a la larga, se convierte en desesperanza. La persona que está permanentemente enfadada, pone en su balanza emocional más sentimientos negativos que positivos, por lo que no es extraño que el desencanto y la depresión sienten casa.
Obviamente, el enfado crónico también provoca problemas en las relaciones interpersonales. Las personas que están continuamente enfadadas son difíciles de tratar por lo que a menudo vulneran los derechos de los demás reaccionando con violencia. Las discusiones son pan cotidiano por lo que quienes están a su alrededor poco a poco comienzan a evitar el contacto y le dejan solo.

¿Qué subyace en la base del enfado crónico?

La ira no es más que un intento de reducir la tensión que percibimos ante una situación que nos resulta difícil de manejar. Al redefinir la situación, logramos poner en práctica una solución más sencilla: el enfado. Por ejemplo, si una persona bromea sobre un error que hemos cometido, podemos reaccionar de diferentes maneras. Las personas seguras de sí incluso pueden llegar a reírse del error, pero una persona insegura no sabrá cómo manejar la situación y es probable que termine enfadándose. Como esa persona es incapaz de ser ingeniosa y reírse de sí misma, lleva la conversación a otro plano e intenta inspirar miedo, ya que percibe la broma como un ataque a su “yo”.
Por tanto, el enfado cambia la naturaleza de la situación que lo desencadenó. Sin embargo, lo curioso es que aunque el enfado se manifiesta como una reacción ante determinadas situaciones del medio, en realidad su base se esconde en nuestro interior. El enfado crónico no es una mera reacción sino que es la expresión de un problema interior.
Por supuesto, cada persona es un mundo y resulta difícil hallar una sola causa pero en la base del enfado crónico suele haber una profunda insatisfacción. En realidad, esa persona no está enfadada con el mundo, sino consigo misma. Esa persona se ha convertido, sin darse cuenta, en su peor enemigo.
 
 
Las causas del enfado crónico
1. No logras aceptarte. Todos tenemos una imagen ideal de cómo debemos ser. Sin embargo, a menudo nos exigimos demasiado y no logramos ajustarnos a nuestros parámetros. Cuando nos juzgamos de forma demasiado severa, se genera dentro de nosotros un profundo sentimiento de insatisfacción. Entonces pensamos que no somos lo suficientemente buenos y comenzamos a atormentarnos. De esta forma, aunque proyectamos el enfado hacia el exterior, en realidad estamos enfadados con nosotros mismos.
2. Tienes un asunto pendiente que genera culpa. Los errores son unas de las principales causas del enfado crónico. Cuando nos hemos equivocado pero no lo aceptamos, porque ese error va en contra de la imagen idealizada que tenemos de nuestro “yo”, nos enfadamos. Hasta que no aceptemos esa equivocación, hasta que no hagamos las paces con nuestro pasado, no podremos seguir adelante y seguiremos arrastrando ese enfado. 
3. Te sientes insatisfecho con la realidad. Cuando tenemos expectativas demasiado elevadas y estas no se corresponden con la realidad, comenzamos a sentirnos mal. Sin embargo, en muchos casos, en vez de adecuar nuestras expectativas, queremos que el mundo cambie para satisfacerlas. Como no es posible, poco a poco se va generando una sensación de frustración que nos lleva a estar enfadados con el mundo.
4. Te sientes inseguro y vulnerable. A menudo, el enfado no es la emoción primaria sino que es una respuesta a emociones como el dolor, el miedo, la culpa o la tristeza. Sin embargo, estas emociones primarias nos convierten en personas vulnerables y eso nos asusta. Por eso, desarrollamos otra emoción para encubrirlas, como el enfado. Por tanto, en algunos casos el enfado es una reacción defensiva que esconde en su base un miedo a la vulnerabilidad. 
5. Quieres autosabotearte. En algunos casos, el enfado es una herramienta que usa nuestro inconsciente para indicarnos que hay algo que nos molesta. Cuando llevamos semanas o incluso meses enfadados, sabotear nuestras relaciones interpersonales y nuestra propia vida emocional es una forma para llamar la atención sobre la necesidad de un cambio. Este tipo de respuesta normalmente surge cuando nos obligamos a llevar una vida que no nos satisface.

¿Qué hacer?

El enfado es como un fuego interno, arde continuamente y si no lo apagamos, terminará consumiendo todo lo que encuentre a su paso. Sin embargo, el primer paso consiste en descubrir cuál es su causa. ¿De dónde proviene ese enfado permanente?
Considera que cuando te enfadas porque el vecino ha puesto la música demasiado alta, porque alguien ha aparcado utilizando dos puestos cuando necesitaba solo uno o porque tu compañero de trabajo se ha equivocado en el informe, en realidad esa no es más que la gota que ha colmado el vaso.

Cuando hemos alcanzado un estado de paz interior, los pequeños problemas cotidianos no son capaces de irritarnos. Sin embargo, cuando ya estamos enfadados, esos pequeños problemas pueden desencadenar una tormenta emocional.

Por tanto, para combatir el enfado crónico, es necesario bucear dentro de nosotros mismos, en la búsqueda de respuestas.

Rincón de la Psicología

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas Gracias por Leer y dejar Tu Pensar y Sentir en Tu Comentario. ♥