COMO ESTAR DESPIERTO PERO NO MUERTO
Si parece difícil estar despierto, es aún más difícil no estar muerto mientras se está despierto.
Estar despierto es reconocer que tú no eres tus pensamientos, emociones o sensaciones. Que todo eso es como las aves que pasan por el cielo abierto del momento presente, que esas cosas vienen y van, pero no son tú.
Y sin embargo, muy a menudo, esto se experimenta como un despertar de la cabeza, donde el cuerpo aún no entra en la alineación. Es común que las personas tengan esta clase de despertar de cabeza, que se paseen, por un rato, en la nube de color de rosa de la paz o la felicidad de esta libertad recién descubierta para luego darse cuenta de que el cuerpo tarda un poco más en hacerlo. Puedes notarlo en sus ojos si vas a un satsang (sánscrito sat = verdad, sanga = compañía) describe en la filosofía hindú: la compañía de la "más elevada verdad"). Están claramente en el aquí y ahora, pero el cuerpo contiene una densa contracción, ansiedad, depresión, adicción o trauma. Algunos hasta han perdido el contacto con su humanidad. Las cosas sencillas, humanas, que solían traerles alegrías se han ido. Las pequeñas singularidades que los hacían únicos han quedado anuladas y sin efecto. La vitalidad quedó ahogada porque el cuerpo está aprisionado en diferentes formas. Hay falta de vida. Esto es común, pero no es necesario, si uno se mantiene abierto a la exploración después de un despertar inicial de la cabeza.
He aquí cómo estar despierto pero no muerto…
Si te sientes adormecido o aletargado, muy probablemente sea porque hay alguna historia aún no investigada. Y atada a esa historia hay alguna emoción que aún no ha sido sentida de manera consciente y directa. Siéntela. Si has pasado muchos años evitando esa sensación, tal vez la emoción se ha congelado en alguna parte del cuerpo como una contracción. Hay disociación, una distracción de esa sensación con el fin de recurrir a cualquier cosa que pueda adormecerla y así no hacerla consciente.
Explora esa contracción con absoluto amor y curiosidad. Siéntate con ella en la infinita paciencia de este momento presente, sin tratar de conseguir que se vaya. Dale la bienvenida. Haz que se quede tan sólo sintiéndola. Observa el espacio que hay alrededor de ella mientras la sientes. Acogerla de esta manera invierte toda la resistencia hacia ella, todos esos intentos de querer sentirte mejor, que en realidad no funcionan porque se implica la voluntad personal. Lo que resistes, persiste. En el despertar de la cabeza notaste que tú no eres ese movimiento de voluntad personal. Tú no eres esos pensamientos que están tratando de llegar a alguna parte. Permite que ese ver penetre hasta el cuerpo.
La Presencia es ver que tú no eres esa sensación. Pero el peligro radica en decir: “Yo no soy mi cuerpo” o “Yo no soy esa sensación” demasiado pronto. Si la sensación está ahí, y está dirigiendo tu vida de alguna manera, en virtud de una historia de deficiencia correspondiente, de una depresión, adicción, ansiedad o trauma, entonces TÚ ERES TU CUERPO. En algún nivel, hay identificación con esa sensación. Pasar por alto esto es fingir que ves que hay algo que no eres tú, cuando de hecho, la identificación aún está ahí. Esas sensaciones no exploradas se roban tu alegría y tu paz. Te hacen sentir como un muerto. Apagan tu voz creativa. Crean una desconexión para con los demás. Te hacen ir en busca de bebida, galletas o de la Internet como una forma de escape. Te hacen compensar en exceso, desarrollando o siguiendo marcos conceptuales elaborados acerca de la espiritualidad, haciendo la vida mucho más complicada de lo que debería ser. Una buena manera de evitar experimentar realmente es pensar demasiado en ello y hacer caso omiso de que tu cuerpo está experimentando una identificación con la forma.
Cuando esas contracciones son exploradas, y no pasadas por alto, te sientes vivo, vibrante, despierto.
Estás despierto, pero eres completamente humano.
Eres libre, pero no estás atado a la idea de que eres libre.
Las cosas simples de la vida te traen alegría una vez más.
No te molestan las peculiaridades de tu personalidad y no estás tratando de deshacerte de ellas o de actuar como un iluminado.
Sientes compasión, por ninguna razón en absoluto, por quienes están sufriendo.
Sientes una conexión con los demás al mismo tiempo que sigues viendo que no hay otros.
Te amas a ti mismo y al mismo tiempo ves que no hay yo.
No te importan para nada estas paradojas.
Tienes una voz que se eleva hasta lo más alto porque nada bloquea su expresión.
Tienes un corazón que está abierto y que no le importa romperse.
Sientes todo, eres más sensible, sin embargo estás cada vez más libre de sufrimiento con respecto a esos pensamientos y emociones.
Tu cuerpo se siente ligero y transparente y puedes realmente decir con la cara bien en alto: “Yo no soy mi cuerpo,” sin pasar nada por alto.
Tus adicciones desaparecen en forma natural.
La depresión parece un vago recuerdo.
La ansiedad ya no existe o es mínima, ya que has enfrentado o estás enfrentando cada uno de tus miedos.
El trauma está ausente porque te amaste lo suficiente como para explorar cada pedacito de él y te liberaste de su atracción magnética.
Ya no te importa demasiado el pensar. Cuando los pensamientos dejan de estar adheridos a las emociones o a las sensaciones, pensar es jugar.
Y sí, sí, tal vez con el tiempo, llegues a descubrir un dulce silencio en el que muchos pensamientos, emociones y sensaciones dejen de surgir. Quizás realices una paz profunda, alegría y felicidad que esté allí la mayor parte del tiempo. Pero si eso sucede, sucederá justo a tiempo y no en un momento prematuro. Sucederá en forma natural. Tratar de que eso suceda sólo por medio de un despertar de la cabeza, antes de que el cuerpo se haya alineado con ese despertar, sólo te frustrará. De hecho, probablemente ni llegue a suceder. Será como un falso silencio, un falso amor, una falsa alegría o falsa paz, en la que finges que tu cuerpo no tiene necesidades o que no necesita ser explorado. Eso es como estar muerto.
SCOTT KILOBY
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