Las arrugas nos recuerdan
dónde han estado las sonrisas
No debemos olvidar que la belleza no es solo física. La belleza más preciada y más sabia llega con esa paz interior de las personas que se sienten bien consigo mismas
Hay quien no lleva muy bien eso del paso del tiempo. De ver cómo cambia el rostro, cómo aparecen las arrugas o se blanquea el cabello.
Además de ser ley de vida, envejecer es un acto de enriquecimiento, de humildad y sabiduría. No hay nadie más noble que aquel o aquella que ha sabido poner felicidad a sus años y no solo años a su vida.
Ahora bien, dentro de nuestras posibilidades nunca está de más el cuidarnos, desde luego. El seguir esos consejos que nos permitan seguir luciendo una piel bonita, una mirada limpia y atractiva, sin patas de gallo..
No obstante, en ocasiones nos llama la atención ver cómo personas entradas ya en años disfrutan de una belleza serena y casi envidiable que nos obligan a preguntarnos cuál debe ser su secreto.
Cuando nos acercamos a ellos para obtener una respuesta, sonreímos al descubrir esa revelación: es la felicidad.
Esas arrugas nos recuerdan dónde han estado todas las sonrisas de antaño, las mismas que siguen “bailando” por esos rostros amables.
El rostro, reflejo del alma
Estamos seguros de que ya has oído esta expresión en muchas ocasiones: el rostro es el reflejo del alma.
Esa esencia humana que nos trasciende a todos: el mundo emocional.
•La vida es un viaje limitado que debemos experimentar al máximo, aprovechando cada instante y cada momento.
•Lejos de ver las pérdidas, los desengaños y las tristezas como maldiciones o muros que impiden nuestro avance y nuestro crecimiento personal, debemos verlo como retos. Como instantes que superar con entereza y con resiliencia.
•La persona que ha sido valiente, que ha integrado sus penas y sus alegrías con esperanza, dispone de una sabiduría emocional y personal que se refleja en su rostro.
Una cara acostumbrada a sonreír es un rostro que ha sabido descansar e impregnarse de emociones positivas.
•Aquellos que han usado su rostro para despreciar, para desconfiar, para mirar con envidias o egoísmo, dibujarán en su expresión el clásico ceño fruncido habitado por múltiples arrugas que envejecen no solo el cuerpo, sino también el alma.
•Una vida feliz que se ha experimentado con inteligencia, humildad y apertura, se refleja en el rostro. Es como dejar nuestra “alma” en un espejo. Se percibe, se nota.
Las alegrías se leen en esa cara que ha pasado media vida sonriendo aunque le faltaran fuerzas. Son personas enérgicas y valientes que siempre han intentado ver el lado bueno de las cosas.
Las arrugas deben ser las huellas de todas tus sonrisas.
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