martes, 6 de septiembre de 2016

La Jaula del “Amor”


Este tema da para muchos análisis, es complejo y todo padre y madre por un motivo u otro cae  en cometer errores, es difícil ser neutral, no inclinarnos a dar todo por esos seres que amamos. Acá está visto no solo de padres a hijos sino en general, también al sobreptoteger desde el gobierno solo consiguen "atrapar" y esclavizar a las personas.
Me gustó la forma en que esta psicóloga encara el problema, a ver si coinciden conmigo. 
Gracias por leerme

Relaciones de sobreprotección: 
La jaula del “amor”


A muchas personas les cuesta trabajo comprender las repercusiones que tiene su sobreprotección sobre aquellos a quienes quieren.

   El dar todo a quien se ama y tratar de protegerlo de todos los peligros – me refiero a padres, parejas, hermanos, amigos,…-, es algo que puede hacer mucho daño. Afecta al ser amado en la seguridad en sí mismo, en su confianza personal y su autoestima. De esta forma tan paradójica, y más allá de hacer un favor o intentar aportar felicidad, lo que se propicia es la anulación, el inmovilismo, la dependencia y la acomodación del otro.

   Quienes adoptan el rol de “salvadores” no alcanzan a comprender, que una manera muy efectiva de anular a una persona, es evitando que se esfuerce, que trabaje, que enfrente por sí mismo los retos y dificultades en su vida. Al afrontar nuestras propias dificultades, fortalecemos nuestras habilidades y nos damos la oportunidad de conocer y valorar nuestros propios recursos.

   Esto no está reñido de ninguna manera con pedir u ofrecer ayuda, pero hay que saber diferenciar entre apoyo y codependencia/dependencia. 

   La sobreprotección es una patología del amor: “Lo hago todo por ti, porque te quiero”, pero contiene una descalificación: “Lo hago todo por ti, porque quizá tú solo no podrías”.


Quien toma el rol de “el fuerte” o “el salvador”, mira al otro, “el débil” o “la víctima”, desconfiando en su capacidad de resiliencia, de superación, de crecimiento,… Desde ahí, lo debilita, lo empequeñece. Es una forma de subestimar al otro y hacerlo sentir inferior e incapaz. Quien ofrece la sobreprotección, se coloca en una posición de superioridad: “Yo sí puedo, tú no puedes”, “Yo sé lo que tú necesitas, tú no”, “Yo estoy bien, tú estás mal”, “Tú me necesitas, yo a ti no”.

Padres e hijos: ¿Sobreproteger o educar en la responsabilidad?


“Sólamente dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; el otro, alas”. Carter.

   Hay muchos padres que, bien sea por culpa o por miedo de convertirse en “malos padres” o por comodidad, adoptan una actitud excesivamente protectora hacia sus hijos. Los niños sobreprotegidos o demasiado consentidos se convierten en adultos vulnerables y, a menudo, despóticos y agresivos.

   No se les está preparando para la vida en libertad, sino en la dependencia de que los demás les den aquello que necesitan. Esas personas fueron condicionadas por sus padres a que todo lo merecían con tan sólo extender su mano. Y como aprendieron esto en seno de la familia, creen que todos los demás tienen la misma obligación de cuidarlos y cubrir todas sus necesidades.

“Es que no quiero que mi hijo, pase por lo que yo pasé”, concluye una madre. La pregunta es: “¿vas a estar durante toda la vida de tu hijo tendiendo pétalos de rosas para que no sienta en sus pies que en el camino también hay espinas?” El niño debe aprender desde su propia experiencia a resolver conflictos, a negociar, a jugar, a compartir, a ganar,… y… también a perder, a diferenciar lo necesario de lo prescindible, lo que es importante para él,…


   Sabemos que quien durante su infancia no ha tenido experiencias de frustración o no ha aprendido a canalizarlas, será un candidato idóneo para sufrir conflictos psíquicos en la edad adulta. La sobreprotección impide adquirir recursos para hacer frente a las crisis, a las pérdidas, los cambios, la enfermedad y la muerte. Los niños sobreprotegidos se convertirán en adultos que sólo estarán preparados para vivir en entornos protegidos o para las situaciones de éxito. Cuando aparezcan los primeros conflictos y frustraciones, no sabrán cómo gestionarlos y se sentirán fracasados, inferiores e injustamente tratados por la sociedad, por los amigos, los padres,… Siempre habrá un culpable que los reafirme en su rol de víctima. Es difícil renunciar a ese lugar de privilegio y “comodidad”.



   Educar en la responsabilidad es más lento y difícil. El sentido de la responsabilidad no se construye de forma espontánea. Sergio Sinay lo dice muy claramente: “Ser padre es crear una vida y hacerse responsable de ella, instrumentándola para que encuentre su propia autonomía y su cauce en el mundo…/… Lo hemos engendrado no para dejarlo a la deriva, náufrago en el mar de la existencia, sino para guiarlo y educarlo. No es un juego, es una responsabilidad, cuya deserción cobra precios altos”. Un precio que no sólo pagará el niño y la familia, sino la sociedad en general.

   Me surge una frase que una vez escuché a una persona a quien valoro y respeto, y con la cual no puedo estar más de acuerdo: “La libertad crea desarrollo. El libertinaje crea desamparo”. Y añado aquella que habla desde la fuerza de la evidencia: “Si lo que quieres ofrecer a tu hijo es un amigo en lugar de un padre… has dejado a tu hijo huérfano de ti”.



La pareja: 
La sobreprotección, una droga destructiva en la pareja


   Lo mismo ocurre con las parejas que tratan de resolver todo al otro y reducir el mundo a una relación. El objetivo es claro: convertirse en imprescindibles para el otro, crear la idea de que sin ellos no serían capaces de sobrevivir por sí mismos. Esto, es una gran proyección, ya que son aquellos que desempeñan el rol de salvador quienes tienen miedo a ser abandonados, a la soledad,… Son ellos mismos quienes creen que no podrían vivir sin su pareja y por miedo a la pérdida luchan por convertirse en imprescindibles para el otro.

   Reflejos cotidianos de esto podemos encontrarlos en canciones muy conocidas, que reafirman e infunden este tipo de esquemas de relación de pareja dependiente: “Sin ti no soy nada”, “Me muero si tú te vas”, “Mi mundo, tú”,… Y esto es lo que se vende como “amor”.

   En la gran mayoría de casos, no se es consciente de cómo estos roles (salvador/víctima) están condicionando como personas individuales y como pareja. Cuando alguien externo a ellos lo señala o sugiere, pueden sentirse ofendidos, pues quien hace de salvador no ve en sus actitudes más que “buenas intenciones” y quien hace de victima se resiste a perder su posición de privilegio. Y, aunque, podemos escucharlos una y otra vez desde la queja, se resisten a abandonar sus lugares porque esto implicaría tomar la decisión de cambiar. Arriesgarse a tener una relación desde la libertad de elegir si estar o no. Otros, sin embargo, y habiendo llegado a una situación límite, optan por el cambio y se descubren uno al otro, regalándose una nueva forma de relación positiva y enriquecedora.

“Papá estado”: Creando ciudadanos parásitos.


   Por último, los gobiernos “paternalistas” que ofrecen darlo todo: la casita de interés social, el coche a crédito, el seguro y un salario de miseria, a cambio del voto. Lo que están promoviendo, es una sociedad que se conforma con poco, con tal de no tener que esforzarse más de lo necesario.

   Estos ciudadanos aportan poco a la sociedad. Adoptan un papel pasivo y no desarrollan su creatividad, su potencial humano, sus valores son volátiles,… El espejo les dirá que son adultos, pero internamente son personas limitadas en una conducta infantil, insana e insatisfactoria.

Sin sobreprotecciones: Una apuesta por tomar tu lugar y respetar el de los demás


   Ayuda a tus hijos a crecer, apoya a tu pareja en su desarrollo, permite que tus alumnos y tus pacientes den los pasos necesarios por ellos mismos apoyándolos, pero sin cargarlos, esa es la única manera de mostrar verdadero interés por las personas y demostrar que en realidad los amas y quieres lo mejor para ellos.

   La manera en que puedes identificar si estás apoyando a alguien o estás cargando con su dificultad es claramente por las sensaciones tan diferentes que una y otra actitud despiertan en ti. Cuando asumo lo del otro sobreempatizo, me desbordo emocionalmente intentando ofrecer una solución, me siento agobiado, incluso a veces, presionado (por mi mismo, por el otro o por ambos),… Cuando respeto lo que es, cuando escucho y apoyo, puedo empatizar y acompañar ofreciendo mi apoyo incondicional al otro.

   En muchas ocasiones, infravaloramos el valor de la escucha, la atención, el apoyo, compartir nuestro punto de vista,…  Todo esto demuestra a las claras nuestro afecto y confianza en la potencialidad del otro. Dejemos de sentenciar frases del tipo: “lo que deberías hacer”, “te aconsejo que…”, “a mi también me pasó lo mismo y la solución es…”,….

   El cargar sobre nuestras espaldas a los demás genera un profundo cansancio y una sensación desagradable de estar renunciando a nuestras propias necesidades.

M. Angeles Molina.



visto en  El texto es de M. Angeles Molina, las imagenes tomadas de la web y otras diseñadas por mi.

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